Un estudio de la UCA alerta sobre las consecuencias psicológicas de la pobreza
- Andrea Galeano
- 6 sept 2017
- 2 Min. de lectura
El trabajo concluyó que los pobres estructurales se sienten deprimidos y sin proyecto de futuro; abarca el período 2010-2016.

Más allá de las circunstancias de miseria en las que ya deben vivir cotidianamente, los pobres estructurales argentinos se sienten cada vez más deprimidos, ansiosos, con la sensación creciente de que les resultará imposible cambiar la realidad que los rodea y sin contar con un proyecto de futuro en el horizonte.La conclusión surge del informe titulado “Tiempo de balances: pobreza, exclusión y desigualdad en la Argentina urbana (2010-2016)”, elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA), que refleja los datos de la pobreza multidimensional hasta el año pasado y que fue presentado el jueves pasado por Agustín Salvia, director de Investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina, en la sede de las Naciones Unidas (ONU) en la Ciudad de Buenos Aires.Según estimó el documento de la casa de estudios, el malestar psicológico en el segmento de población en estado de pobreza extrema creció de 37,5% a 51,4% desde 2010 hasta el año pasado. En el segmento de pobreza no extrema, de 28,4% a 31,7%; en vulnerabilidad por carencias, de 22,1% a 25,3%, y en no pobres ni vulnerables, de 8% a 12,1%. “El de malestar psicológico es índice de síntomas de depresión y ansiedad, y se releva a través de un test internacional. En tanto, el de creencia de control externo está asociado al sentimiento de que el mundo te controla y no podés hacer nada frente a tu realidad exterior. Además, mide la capacidad de resiliencia o de respuesta de reacción frente a los problemas”, agregó el experto de la UCA.“Hay un tercer déficit, pero que no está en el estudio, que mide el déficit de proyecto de vida. Y que mide si las personas tienen o no un horizonte más allá del mañana y de los desafíos que plantea la realidad en la que se está inmerso. Este dato también empeoró”, sostuvo el especialista.
Fuente La Nación.
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